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Un cojo toma su muleta y puede caminar. Para él, la muleta es un beneficio. Pero si un hombre sano, que podría caminar y correr, se apoya en una muleta, entonces se debilita. Para él la muleta es un perjuicio. Es mucho más cómodo caminar apoyado que correr el riesgo de lanzarse a la Libertad sin ningún soporte. Cada cosa tiene su tiempo, y nada es absoluto en el Camino sino el Norte, el Horizonte. No es íntegro el hombre sano que se apoya sobre muletas, sino el que asume la responsabilidad de la Libertad.
Si un hombre se está cayendo, Dios le brinda un apoyo, pero cuando se ha incorporado ese apoyo ya no es necesario. Pero el hombre dice: “este apoyo viene de Dios, por lo tanto es absoluto y jamás lo abandonaré.” Y se queda arregostado debilitándose e inutilizándose, y al tiempo diciendo: “¡que hermosa es la compañía divina!” Llega alguien y lo zarandea, entonces él piensa: “éste es un enemigo de Dios.” La Paz de Cristo sólo se manifiesta en el conflicto: Los holgazanes no entienden de esto.
Es muy triste observar hombres sanos tumbados en divanes sólo porque, cuando estaban enfermos, Dios se compadeció y se los acercó. Divanes bíblicos, divanes institucionales, divanes rituales. Los libros son para comprenderlos y romperlos, si no, se convierten en tiranos que juegan a esconder más de lo que dicen. Las instituciones son para sostener a los inseguros, no para conducir a los verdaderos hijos del Reino. Los ritos pueden ser un alimento espiritual, y también pueden ser un veneno paralizante.
Ese dios que exime al hombre de su responsabilidad para con el mundo entero, ese dios no tiene ninguna misericordia. El mundo cristiano occidental, o lo que queda de él, está narcotizado, ha traído a Dios hasta su bienestar y pretende que Él se lo conserve. Del cristianismo solidario de Sudamérica, del Islam del que beben millones de hombres pobres, y de toda la espiritualidad de los países miserables de Asia y África, vendrá la caída del falso cristianismo occidental. Porque en ellos está el verdadero Espíritu.
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