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14/10/2006

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fe

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No importa tanto lo que se hace ni cómo se hace, si el punto de partida es la Verdad. Da igual el trayecto de la flecha si al final llega a la diana. Los seres humanos se preocupan más por el hecho de ser comprendidos que por la propia disponibilidad de comprender, por ser sostenidos que por sostener, por ser amados que por amar. El que camina sobre el agua sólo se hunde si confía en que sea el agua la que le sostenga, pero no se hunde si no espera ningún soporte exterior y se mantiene en su impulso. Por eso una flecha surca el espacio y no se detiene hasta que alcanza su objetivo.

La realidad exterior está sujeta a muchos influjos, y por eso es cambiante. El que intenta afianzar las cosas exteriores para luego poner el pie sobre ellas siempre vivirá en la duda, la zozobra le hundirá, porque tanta más seguridad quiera tener en el hecho de que pisa en tierra firme, tanto más temblará la firmeza del camino. La frustración sólo la puede sufrir aquél que se haya apoyado en situaciones supuestamente seguras: Pone el pie y la situación cambia, porque la firmeza con la que contaba era ficticia, era incapaz de soportar el peso de su propia persona.

La frustración no le alcanza a aquél que no necesita ser comprendido para poder comprender, ni ser sostenido para poder caminar sobre el agua, que no confía en la firmeza del suelo que pisa, sino que confía en la autenticidad de su propio impulso. La frustración no le alcanza a aquél que no espera ser amado para amar, y así descubre el secreto de la acción divina, desvela el misterio de la Fuerza del Espíritu, y hace realidad el milagro en su propia vida. De esta manera comprende que nada es imposible en la fe, que no espera el apoyo de ninguna cosa sino que existe en su propia firmeza.

Nadie puede sobreponerse a las cosas y a las circunstancias exteriores si no ha construido un interior firme, y la firmeza no es dureza sino Verdad. El impulso del espíritu humano no es más fuerte ni por el coraje ni por la obstinación, sino por la Verdad interior en la que se apoye. El que vive en la Verdad no depende de ninguna cosa exterior y en su interior se enciende el Amor. El Amor es el soporte de todo impulso auténtico y que nada puede detener porque no hay lugar por donde asirlo: Surca el espacio como una flecha y no se detiene hasta que alcanza su objetivo.

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