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15/11/2006

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el deseo

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El deseo desaparece cuando se satisface, y también desaparece cuando se sublima. Pero el vacío que deja el deseo satisfecho ha de ser llenado con otro deseo, que siempre será más grande, pues toda satisfacción material abre el vacío de la culminación incompleta. Sin embargo, el vacío que deja el deseo sublimado no crece, sino que decrece, pues se llena de la realidad en la cual el deseo fue depositado: El Origen, el Amor.

En el valle, los seres humanos viven luchando por satisfacer deseos, y cada vez están más vacíos. En lo alto del monte se vive en la frustración externa, que es la que abre el naciente del Agua de la Vida en el interior. El que es esclavo del deseo, ama porque no tiene y no ama porque tiene, pero el que sublima sus deseos depositándolos en el Origen, ése vive lleno del Espíritu, y, tanto más amor recibe, tanto más amor entrega.

Las cosas no se poseen porque estén cerca, ni dejan de ser afines sólo porque estén lejos. La realidad espiritual abre un espacio distinto al espacio visible de la materia y los afectos. Por eso hay que dejar que las cosas se vayan, y también no hay que dejarlas ir, hay que abrir la puerta de entrada y la de salida por igual. Sublimar un deseo no es dejar de amar, sino identificar el amor humano con el Amor del Origen, que es eterno.

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