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27/11/2006

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vivir

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Cuando yo salí del pozo profundo en el que me encontraba hace años, asomé en una realidad en la que nunca antes había estado. Después de saborear la muerte no es posible retornar al punto de partida ni luchar otra vez por los mismos afanes. Sentí que me llenaba de una luz diferente, y que aquello me hacía responsable de iniciar un Camino nuevo. Todas mis luchas anteriores perdieron su significado y mi vida tomó una dirección que ya no puede ser desviada porque está impresa en lo profundo de mí mismo. Desviar mi Camino es lo mismo que dejar de vivir.

Pero la luz que brilla en mí, no sólo me impulsa a desvelar los errores de los demás sino, primera y principalmente, mis propios errores. Sin embargo hay una nueva dimensión: No es lúcido el hombre que no se equivoca, sino el que no se obstina en sus errores ni los justifica, sino que inmediatamente los acepta, porque su mayor anhelo es el de no verse detenido en el verdadero Camino. Ni está libre del juicio espiritual porque todo lo haga bien, sino porque, aún haciendo cosas mal, está más dispuesto a permanecer en la verdad antes que exhibir una imagen falsa ante los demás.

La gran diferencia entre el mundo y el Reino es ésta: En el mundo el amor está sometido por la ley, en el Reino la ley está al servicio del Amor. Por eso es tan difícil estar en el mundo sintiéndose tan ajeno a él. El más grande descubrimiento espiritual del hombre que renace en el Reino es éste: que el Amor no está sometido a la ley, y que por lo tanto nunca se consume, el mundo puede acallar su expresión, pero con eso lo único que consigue es purificarlo y lanzarlo a una expresión más perfecta, porque los obstáculos del mundo se acaban, pero el verdadero Amor no.

El que vive en lo material es capaz de apagarse a sí mismo con tal de lograr beneficios materiales. El que vive en la Vida, difícilmente puede apagarse a sí mismo, porque los únicos beneficios que anhela no se producen en la inhibición, sino en la expansión. No es capaz de sobrevivir sólo con sus cinco sentidos, necesita buscar el sentido profundo de las cosas, el sentido que se escapa a la inteligencia y que le permita vivir en el mundo sin ser absorbido por él, mostrando Amor donde hay frustración, dando fidelidad donde hay desconfianza, llenando de esperanzas al que cree haber perdido su ilusión.

La Vida es el fruto inmediato del Amor. El Amor no se consume, y por eso la Vida no se consume. Nunca. El que ha visto y sentido el Amor divino, sabe que todo lo humano puede alcanzar la misma plenitud si se desplaza en el Camino de la fidelidad. Por eso el hombre que vive en el Reino no ajusta sus ideales a las mezquinas ambiciones materiales, sino que proyecta su mirada al horizonte más lejano que sus ojos puedan vislumbrar. En el recorrido, las leyes del mundo le hacen tropezar, pero no existe ley que sea más fuerte que el verdadero y único sentido de todo el universo: El Amor.

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