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El aljibe está sucio y por lo tanto el agua que contiene también está sucia. No se puede beber. Alguien se sumerge para limpiarlo, y no sólo no lo consigue, sino que además, a medida que frota sus paredes interiores, la suciedad del agua es cada vez mayor. Todos están sedientos, no aguantan más, beben del agua sucia y enferman. Muchos mueren.
Alguien sugiere que es necesario desalojar el agua para limpiar el aljibe, pero los guardianes opinan que, sin agua, la deshidratación ya sería irreversible, hay que encontrar otra solución. Añadiendo sustancias químicas al agua, tal vez se pueda
paliar la sed sin enfermar. Los aditivos químicos no son buenos, pero no existe otra opción.
Hay que evitar que el sol evapore el agua. Hay que evitar que se pierda por alguna grieta en el aljibe. Es necesario que no sea repartida indiscriminadamente. El agua es escasa y cuesta mucho conservarla, por eso todos se tienen que esforzar, renunciando a muchas cosas y obsequiando otras, para que los guardianes del aljibe les permitan beber de ella.
El aljibe es muy grande, pero poco a poco se va desgastando. Cuando el agua por fin se agote será la ruina de los guardianes del aljibe y de todo el
pueblo; esto preocupa a todos. Pero entonces alguien se pregunta: ¿Cómo es posible que en el aljibe haya agua? ¿Es que no hubo antes un manantial que lo llenara? ¿Dónde está ese manantial?
El que viene a protestar por la suciedad del agua y por los aditivos químicos hablando de un naciente de agua limpia en el lugar más cercano imaginable, ése está loco. Tal vez pueda llegar a soliviantar a la gente. Lo prioritario ahora es defender los privilegios de los guardianes del aljibe. Son derechos adquiridos durante demasiado tiempo.
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