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Mira en la noche hacia el cielo, observa las estrellas, y se extasía imaginando la inmensidad del espacio cósmico. Pero sólo eso, se lo imagina. Existen pruebas lógicas que pretenden demostrar esa inmensidad. Eso consolida sus ideas, pero no por eso la inmensidad del espacio cósmico deja de ser una imaginación suya.
Cruza océanos y continentes y se imagina haber estado en muchos sitios. Eso lo dice porque ha visto cambiar sus circunstancias externas: Los paisajes, las costumbres, las lenguas. Los países tienen nombre y existen mapas que los ubican, por eso él consolida sus ideas y se permite seguir imaginando la inmensidad del mundo.
Ve una misma cosa con mil apariencias distintas y se imagina haber visto mil cosas. Ve mil cosas con la misma apariencia y se imagina haber visto mil veces la misma cosa. Luego entra en su casa y ve siempre lo mismo, por eso durante la noche se asoma a la ventana y se imagina la inmensidad del espacio cósmico. Así se consuela.
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La casa cuyo espacio interior es inconmensurablemente más amplio que el espacio exterior a sus muros, esa casa está situada en medio de la ciudad. El dueño sale por las mañanas y transita por las calles. En el reducido espacio exterior se relaciona con la gente. En el inmenso espacio interior descansa por las noches.
El espacio cósmico cabe en su mano, la amplitud de toda la tierra es más pequeña que su pie. Sin salir de su casa conoce toda inmensidad y toda amplitud, y puede tocar la estrella más lejana sin necesidad de alargar el brazo. Porque sabe distinguir entre las mil cosas parecidas y las mil apariencias de una misma cosa.
El Amor es fiel e incondicional cuando crece hacia dentro, es interesado y pretencioso cuando crece hacia fuera. Desde dentro todas las cosas están cerca, pero, en el exterior, la inmensidad es sólo la imagen de la impotencia. Las cosas no se alcanzan, por eso los seres humanos dicen: “las cosas están demasiado lejos.”
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