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13/12/2007

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paz

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En la paz exterior las injusticias se consolidan y las diferencias de clases arraigan. Ésta es la paz que buscan los gobiernos: La quietud prolongada en el tiempo, para que sus prerrogativas de poder engarcen en el organismo social y de esta forma se conviertan en condiciones indispensables para el orden. Las leyes establecen derechos de propiedad pública y privada que benefician a los que más tienen y perjudican a los desfavorecidos, elevando así la injusticia a la categoría de principio fundamental del orden social.

En la Paz interior las contradicciones se disuelven y lo alto y lo bajo tienden a nivelarse. Lo que se ha encaramado demasiado arriba se desprende de sí mismo buscando a lo que ha quedado relegado, y lo que se ha hundido encuentra el soporte necesario para salir de la penuria. Ésta es la Paz del Cristo: La lucha por el Reino y su Justicia. No existen prerrogativas de poder registradas en las leyes, sólo existe la autoridad de aquellos que la demuestren sin soportes institucionales, sino sólo por la fuerza de la Verdad interior.

En la Justicia del Reino no existen derechos de propiedad, ni pública ni privada, porque las cosas no pueden ser poseídas ni por las personas ni por los organismos sociales. El ser humano tiene derecho a satisfacer las necesidades que le permitan crecer física y espiritualmente. Las cosas están para satisfacer esas necesidades; no se poseen, sino que se entregan y se usan para convertir al ser humano a su vez en algo útil. De esta manera todo contribuye al verdadero Orden: Nada es para sí mismo, todo ha de ser entregado.

En la paz exterior se contribuye a la injusticia y al abuso de poder. En la Paz interior se edifica el Reino y se hace valer su Justicia. Por eso hay pacifistas que actúan desde el exterior intentando resolver conflictos que, sin embargo, son absolutamente necesarios en el camino de la verdadera Justicia. Los auténticos pacifistas no rehuyen el conflicto, no disimulan las grietas en las estructuras legales, no intentan sofocar la hoguera que ilumina las estrategias y quema a los estrategas que manipulan a otros seres humanos.

Las instituciones religiosas se complacen en la quietud, por eso gastan todo su tiempo pregonando la piedad y la purificación, y se detienen mucho en enumerar pecados y en nombrar beatos. Practican ese falso pacifismo que sólo sirve para propiciar la injusticia y de esta manera la alta clase religiosa se mantiene separada del pueblo. La hoguera que Jesucristo vino a encender, las religiones corren a apagarla porque su luz ilumina las incoherencias y saca al descubierto los dobleces y la manipulación de seres humanos.

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