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03/11/2007

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la divinidad

texto 12

Los que nunca han encontrado la presencia del Espíritu en el vacío de su interior no son capaces de comprender las cosas en su esencia, sino que sólo las pueden concebir en su manifestación hacia el exterior. Por eso contraponen los seres en la manera en la que ellos se expresan externamente. En la dimensión espaciotemporal las cosas se excluyen mutuamente, no pueden manifestarse simultáneamente en el mismo lugar. Por eso los hombres que no tienen el Espíritu sólo conciben la existencia en la contraposición.

El sentido de cada cosa que existe se cristaliza en una determinada apariencia externa. Pero la realidad esencial de un ente no está en aquella manifestación que es posible percibir con los sentidos o con la razón, sino en un impulso que brota desde la Nada de su intención. Y en la Nada no existe la pluralidad excluyente, sino que en la Nada profunda del universo toda pluralidad queda resuelta en la perfecta Unidad. Esta Unidad no es un término aritmético, sino que tiene el nombre de su intención esencial: El Amor.

Los hombres que no conocen al Espíritu, cuando dicen “Dios existe”, sólo pueden entenderlo de esta manera excluyente: Un ente se define cuando es él, y al tiempo no es todo lo demás. Por eso contraponen a Dios con el universo, como si ambas cosas existieran separadamente. Contraponen la “naturaleza humana” con la “naturaleza divina”, como si Dios necesitara para existir una sustancia diferente que le diera entidad como ser. Contraponen vida y muerte como si se tratara de dos realidades separadas.

La dualidad entre lo humano y lo divino no es una contraposición, sino una ubicación espiritual. Lo humano se caracteriza por la existencia en lo externo, lo manifiesto, y por la incapacidad de concebir el Origen del Ser en la Nada. Lo divino es perfecta Unidad en la que la existencia está fundamentada en el impulso esencial que sólo se puede producir desde la pureza de la Nada. Jesucristo resolvió en él mismo esta dualidad. Él demostró que no es necesario dejar de ser humano para poder ser en el perfecto Amor.

El origen divino de Jesús de Nazaret no debe ser confundido con los mitos paganos donde los semidioses procedían de una realidad alternativa. El origen divino de Jesús es esencialmente una cosa: La conciencia del Cristo. El Cristo era desde el principio de los tiempos y será hasta que el universo se consuma, y es la llamada del universo entero a la Unidad perfecta en el Amor. La conciencia del Cristo es la visión interior de este Amor perfecto y de la Nada como Origen. El Cristo es la puerta de entrada a la Vida plena.

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