inicio

temas Palabra salmos de oriente ecumenismo advertencias

PALABRA

anterior

21/01/2007

siguiente

pobreza

158

Donde hay pobreza, donde el techo y el alimento diario no están asegurados, los hombres miran al Cielo con esperanza, tienen ideales por los que luchan hasta entregar sus vidas. Donde hay pobreza, el Agua de la Vida está limpia. Pero en la satisfacción fácil de todas las necesidades, el agua se convierte en un lodazal que invita a los puercos a revolcarse. Los obsequios se convierten en derechos, los caprichos en necesidades ineludibles. En la pobreza, el amor es un diamante tallado pero, en la satisfacción, es un pedrusco informe. Muerto el amor, ya sólo queda el placer, el lodazal el placer que, como un pantano, permite la entrada fácil, pero del que no se puede salir a voluntad.

El hueco que la pobreza abre es el hueco por donde fluye el Espíritu. Los hombres tienen los oídos bien abiertos, y todas las palabras trascendentes encuentran eco en sus corazones. Pero el hombre inmerso en una sociedad satisfecha está sordo, sólo sabe reír eludiendo las cosas trascendentes para no tener que enfrentarse a sí mismo. Observa cómo se derrumba todo el orden social, minado hasta en sus cimientos por la corrupción, pero se apoya en los demás y queda inmóvil. Es más fácil dejarse tragar colectivamente por el sumidero del escepticismo materialista que levantarse y afrontar el reto de un ideal sublime que revitalice su espíritu y dé verdadero sentido a la vida.

Cuando una sociedad satisfecha pierde el hueco de su interior, pierde el espíritu y comienza a desmoronarse. Se refuerzan las leyes, pero las leyes también se corrompen porque favorecen a los poderosos y desfavorecen a los oprimidos, entonces cada hombre mira sólo por sí mismo y se convierte en enemigo de todos los demás.
El ejército del gran terrateniente cuenta con cien mil hombres: Cada soldado busca cómo burlar las órdenes de sus oficiales; cada oficial, las de sus jefes; cada jefe, las del gobernante. Cuando el ejército del gran terrateniente sale al campo de batalla, cae derrotado aún antes de haber entrado en combate, pues lleva el enemigo en su interior.

En la historia de la humanidad, emperadores muy poderosos se lanzaron a la conquista del mundo ganando muchas batallas. Sembraron la destrucción entre inocentes para pasar luego ellos por el arco de triunfo. Todos esos imperios, sin excepción, cayeron.
Jesús de Nazaret, un solo hombre, sin aliados, sin ejércitos, cambió el mundo entregando su vida en la integridad de su propio ser, en la Verdad del Espíritu. Los emperadores murieron, pero Jesucristo sigue vivo. Y el testimonio de su vida es cada hombre de fe, cada uno de aquellos que están dispuestos a entregar sus vidas con tal de mantener la integridad en el Amor, la Dignidad y la Justicia. Ésos tampoco morirán.

anterior

21/01/2007

siguiente