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24/01/2007

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realidad

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No ser del mundo y pretender permanecer fuera del mundo, eso es evasión egoísta, es absoluto desconocimiento del sentido del Amor, es menosprecio a toda responsabilidad espiritual. El lugar fructífero para el que no es del mundo es estar de lleno dentro del mundo, entonces hay fecundación, nuevo fruto, hay testimonio real de la existencia y la presencia del Reino. La realidad material y la realidad espiritual son dos cosas íntimamente conectadas entre sí. Lo material tiende a ser expresión de lo espiritual, porque lo material no puede tener un proceso independiente como tampoco lo puede tener el espíritu. Por eso, hablar de cristianismo no es hablar de oración y de encuentro personal con la divinidad, sino que es hablar del mundo y vincularse estrechamente con él llevando la Luz que se alcanza mediante la oración y del encuentro con la divinidad.

Los que se entregan a una lucha por la Justicia en el nombre de Cristo, pero no se han encontrado con él a través de la oración profunda en el silencio interior y en la humillación de haber iluminado todos los rincones oscuros de su interior, ésos, ¿qué pretenden llevar al mundo que sea valioso? Intentan cambiar un orden social corrupto por otro orden social en vías de corrupción. ¿O es que pretenden, como los ideólogos racionalistas, encontrar un orden perfecto invulnerable a todo proceso natural de decadencia? El Reino que Cristo anunció, ni debe ser identificado con ese “Cielo” intangible que sólo puede ser habitado por “los buenos” después de la muerte, ni debe tampoco identificarse con un orden social justo, lo que no es menos fantasioso. El Reino del Amor no es del mundo, pero está absolutamente enraizado en el mundo.

Dentro del castillo el rey puede empuñar su cetro mientras existan vasallos que le respeten. Pero fuera del castillo, donde no hay orden impuesto, ¿quién es el rey y quién el vasallo? Dentro del castillo, el rey puede proclamar edictos desde la autoridad que le da el pueblo, y, en todo caso, siempre habrá ministros que se aseguren de que todos los súbditos le obedezcan. Pero fuera del castillo, donde el poder no le viene ni de vasallos ni de ministros ni de ser humano alguno, ahí no existe otra autoridad que la que le confiera la Verdad, si es ésta que ha echado raíces en su interior. Entonces ya no hay ni ortodoxia ni heterodoxia, sino expresión real de la Verdad interior. La expresión de una realidad aprendida pero no vivida es una verdad a medias: una mentira. Ideas que entran en la mente y salen de ella sin haber tocado el corazón en lo profundo del ser.

Ni ortodoxia ni heterodoxia, ni posturas absolutistas ni relativistas: El Reino del Amor se abre camino a través de la realidad misma, que es la confrontación entre el espíritu y la materia: El Cristo y el mundo. Donde hay pobreza e injusticias, ahí está el vacío en el que el Espíritu divino fluye, y en los pueblos que padecen persecuciones y miserias está el germen de la Verdad. El mundo occidental satisfecho no tiene palabras eficaces de Vida eterna, más bien ideologías y mucho paternalismo. En los pueblos pobres, los hombres que buscan la Verdad y la Vida en el Camino, ésos no tienen castillo donde hablar, ni ministros que vigilen el acatamiento de sus palabras por parte del pueblo. La autoridad que viene del Cielo se impone por sí misma, y rechaza cualquier apoyo que no sea el derivado de su propia fuerza, la fuerza de la Verdad de la cual emana.

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24/01/2007

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