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la Nada

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Lo nuevo nunca es el resultado de la evolución de lo viejo. Lo que ha caído por la pendiente de la decadencia ya no debe intentar volver a subir. Los que viven de cara a las cosas, se alegran cuando éstas brotan de la ilusión y se apenan cuando se marchitan, sin embargo el único Camino hacia la plenitud debe pasar necesariamente por la Nada de la muerte. En lo grande y en lo pequeño, en las cosas más insignificantes de la vida lo mismo que la integridad del ser.

La Nada de la muerte es ese vacío que le permite al ser proyectarse sin obstáculos allá donde esté situada su fe. Al comprender que el sentido de la aparente destrucción de las cosas no es otro que el paso necesario para la culminación, el hombre llega al conocimiento del verdadero sentido de todo lo que acontece. Pero el que vive sólo de lo tangible, de lo que exhibe y ostenta su presencia, se ofusca en el desánimo cuando observa que las ilusiones se apagan.

El único obstáculo verdadero que le impide al ser humano alcanzar sus objetivos es el miedo a la Nada, la oposición obstinada a dejar que las cosas mueran para que puedan volver a materializarse renovadas, elevadas, trascendidas. Cuando el desarrollo está a las puertas de su culminación y ha de atravesar un último paso por la Nada de la muerte para llegar a mostrar su completa plenitud, los hombres pierden la fe y malogran toda la obra, por querer atraparla donde ya no da más de sí.

El que abre los ojos a la realidad completa y no se deja engañar por la aparente identificación entre la existencia real y la presencia ostensible, ése comprende que la luminosidad que ahora le deslumbra es la materialización de la oscuridad que permanecía oculta. Entonces ya no teme dejar morir, dejar marchar ilusiones y propósitos, porque sabe que precisamente en la travesía por la Nada, ilusiones y propósitos alcanzarán su realización plena.

Tomar verdadera conciencia del sentido de la inexistencia como paso necesario para la culminación, es abrir los ojos a una Luz distinta, que desnuda todas las cosas mostrando de ellas esa esencia profunda y hermosa que trasluce el Origen eterno. El que ha sido capaz de integrar en su ser la vivencia de que la fe es más fuerte que la oscuridad, en cada pequeño acontecimiento de su vida, y que la Nada es el atrio de cada culminación, ése comprende el sentido de la resurrección.

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