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05/04/2007

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naturaleza

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La naturaleza es la manifestación de la Unidad original, expandida y abierta en la multiplicidad. Las leyes de la naturaleza obedecen al impulso de la búsqueda de un orden que mantenga la cohesión de todo lo que existe e impida su disgregación. Fuera de la naturaleza no existe ningún atajo que permita conocer el Origen del universo, porque las cosas sólo se pueden conocer a partir de su manifestación exterior, que es el signo de la llamada a la unión mediante el Amor. El Camino hacia el Origen está necesariamente dentro de la naturaleza: No existe nada sobrenatural, sólo existen hechos naturales que escapan a la limitada capacidad de comprensión racional del ser humano.

Los hechos y las obras inexplicables de Jesús sólo tienen un significado y una intención: Demostrar que la naturaleza es mucho más grande de lo que el ser humano puede concebir, mucho más profunda de lo que la inteligencia pueda comprender, y que sus leyes no son tan estrechas, inexorables y oprimentes como los hombres las perciben a través de los sentidos. Existe una Fuerza que es mucho mayor que todas las fuerzas materiales, que es la Fuerza de la Vida, la Fuerza del Espíritu. La razón humana tiende a constreñir, pero la fe rompe todas las estrechas barreras materiales y así lleva al ser humano a una conciencia mucho más elevada de la existencia y del sentido de la vida.

Lo que se entiende por “milagro” es la manifestación, en hechos, de una conciencia más cercana a la Fuerza regeneradora del Origen. Jesús, con los milagros, no pretendía apabullar al hombre mostrándole el poder mágico de una realidad inalcanzable, sino invitarle a descubrirla con su propia fe: “Tu fe te ha salvado”, “tu fe te ha sanado”. Los que imaginan una realidad alternativa, ajena al orden natural e inalcanzable para el ser humano, ésos no tienen fe: están sometidos al yugo de la inteligencia racional, se niegan a lanzarse a descubrir en su propio espíritu algo que sea más amplio de lo que su mente les permite percibir a través de los sentidos y deducir por medio de procesos racionales.

Los muertos no hacen milagros, los milagros los hacen los vivos, con su fe, y con el apoyo estable del sentido profundo y original de todo lo que existe. Y la verdadera existencia abarca tanto la manifestación del ser así como el vacío de la Nada. Invocar a muertos para que realicen milagros es renunciar a la propia fe. Es como sobornar a los subalternos para conseguir beneficios del soberano. Es desplazar la divinidad a un ámbito extraño a la realidad en la que Él se expresa, es invitarle a contradecir las leyes que Él mismo propuso. Es desconocer al verdadero Dios y suplantarlo por un dios milagrero que se deja manipular por los afectos y los caprichos de los seres humanos.

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05/04/2007

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