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24/05/2007

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complacencia

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Un hombre sobornable es digno de confianza dentro de la esfera política, porque, en circunstancias conflictivas, con dinero será posible dirigir sus pasos. Pero si no es sobornable, entonces despierta recelos y se le intenta mantener lejos de los puestos de autoridad, no sea que llegue a ocupar un lugar importante y luego sea imposible someterlo y conducirlo según los intereses de los que, escondidos de la vista del pueblo, manejan la economía de la nación en favor del grupo cerrado de los ricos y poderosos.

Un hombre vulnerable a la pasión del sexo puede ser integrado con toda confianza dentro de un círculo amistoso. Con él es posible relatar experiencias, expresar deseos reprimidos sin sentirse avergonzado, porque siempre existirá complicidad entre dos personas que padecen las mismas debilidades. Pero si este hombre no es vulnerable a la pasión del sexo, entonces mejor no integrarlo y mantener con el una discreta cortesía, no sea que los demás lleguen a sentirse avergonzados de sí mismos en su presencia.

El mundo acepta con mucha alegría y cordialidad a todos aquellos que, manteniendo una apariencia pulcra ante los demás, sin embargo padecen muchas debilidades. En el ámbito político, nunca denunciará un soborno aquél que ya ha sido sobornado. En el ámbito religioso, nunca denunciará las injusticias y las incongruencias de sus jefes aquél que ha sido envenenado con la falsa humildad religiosa, que es la convicción de que la humildad sólo es el reconocimiento de la propia impotencia, debilidad e incompetencia.

Pero un hombre que sea dueño de sí mismo, que no se deje impeler por las pasiones, a ése se le vigila, se le juzga con mucho rigor y se le pone a prueba constantemente, para verlo caer y poder compadecerlo, para verlo esclavizado por el sexo, por el dinero, y entonces convertirlo en un hombre fiable, digno de ser integrado en el grupo de amigos, e incluso digno de ser ayudado a trepar hasta alcanzar cargos acordes con su talento desperdiciado. Siempre y cuando sus pasiones hagan de él un hombre manipulable.

El reino de la hipocresía es el reino de los títeres. Títeres manipulados por otros títeres, y todos estos, unos por otros, manipulados por el gran titiritero. Es el reino que está presente todas las instituciones de poder, sociales y religiosas, donde solamente pueden medrar aquellos hombres influenciables, debilitados por sus pasiones y, por lo tanto, susceptibles de ser humillados por su realidad interior. Es el reino en el que las conciencias están vacías de Amor y repletas de ambiciones reprimidas por las leyes.

El mundo es complaciente con la libertad sexual, promueve el consumismo y encumbra el valor del poder social, porque de esta manera ninguna cosa puede escapar del control del titiritero. Las religiones hacen especial hincapié en la moral sexual, porque es ahí donde los seres humanos pueden perder con más facilidad el control sobre sí mismos, y donde se les puede humillar y avergonzarles. Para que nada escape del control del gran titiritero, que es igualmente jefe de las instituciones sociales como de las religiosas.

Dentro de este teatro, el hombre libre tropieza con todos los títeres, los del poder social lo mismo que los del poder religioso. Aquél, cuya conciencia esté libre de ambiciones y llena de verdadero Amor, siente sin los límites de la razón, ama sin la codicia de la pretensión, y sabe escuchar en el silencio. No intenta atrapar para sí toda satisfacción que se le acerque. No lanza un anzuelo en un estanque, sino que decide y elige desde la Verdad interior con independencia de la oportunidad de las circunstancias exteriores.

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