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05/07/2007

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blasfemia

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Cuando aparece el desorden en un grupo social, los hijos de la Luz utilizan la verdad para encontrar un orden superior en el que toda la nueva realidad queda integrada, pero los hijos de la mentira utilizan estrategias engañosas para restablecer el viejo orden, forzando las cosas a que sean como no son. No les importa el ser humano, sólo les importa la estabilidad del sistema, porque en el orden de la normalidad ellos se sienten seguros. No importa que el orden esté impregnado de falsedad siempre que sea orden, porque el dios que ellos adoran es el del acomodo, no el de la búsqueda de la trascendencia hacia el Orden sublime que contempla la expansión de la realidad.

El motor de toda búsqueda trascendente es siempre el Amor. El Amor rompe esquemas viejos, saca a los hombres de su acomodo y les obliga a enfrentarse a una nueva realidad. A una realidad, y no a una fantasía planificada y elaborada para evitar que las cosas salgan de la normalidad establecida, sino una realidad que surge naturalmente, y que es fruto genuino de un proceso de transformación, y que no puede ser cercenado sin perjuicio de la totalidad del colectivo. Cuando el Amor rompe con la normalidad se le censura, y cuando se le censura, entonces el agua del naciente deja de manar y todo muere poco a poco. La verdadera y única muerte es el puro orden sin Amor: La norma.

El que vive acomodado en el orden se aterroriza cuando las cosas se escapan de la normalidad, condena el Amor y así cava su propia tumba. El que no vive en el orden sino en el Camino, ése vive en la Paz del Cristo, nada le aterroriza, y aunque el sistema se hundiera a sus pies, él conservaría la serenidad, porque la Verdad no es un orden de cosas, sino una andadura hacia la plenitud del Horizonte iluminado por la fe. Fe que no está mediatizada por las creencias sino por una convicción que da pleno sentido a la vida y a la existencia. El caminante sólo observa la ley vigente para cada paso, no se acomoda en ningún sistema de normas sino que edifica una realidad siempre nueva.

En las religiones, el orden, que tiene toda la prioridad, desplaza al Amor a un lugar secundario. En la iglesia romana, Jesucristo, Columna vertebral de la única y verdadera Iglesia, ha sido poco a poco desplazado y escondido por otras columnas sostenidas por la fantasía de viejas costumbres, tradiciones y exabruptos de poder y autoritarismo. Llegado el conflicto, ¿qué es más aconsejable? ¿reconocer la falsedad de las fantasías heredadas e institucionalizadas, o proteger la mentira para que todo el edificio no se desplome? Cuando el orden ha tomado el lugar prioritario, se sataniza el Amor si es necesario. Esto es lo que conduce a la blasfemia contra el Espíritu de la Verdad.

Las iglesias fomentan el arte y reprimen el testimonio. Prefieren un inmenso templo dorado, música de coros angelicales y ritos de trajes finísimos y ornamentados antes que un testimonio verdadero. Por eso persiguen a los apóstoles, los que llenan los templos con los pobres para protegerles física y espiritualmente, pero apopan a los ministros que cuidan escrupulosamente de los ritos y de los ornamentos. Encumbran a poetas, músicos y escultores, y maltratan a los testigos del Amor. Prefieren un orden de falsedad apestosa antes que un Camino de Verdad y de Vida. Ellos, los doctores documentados, matan al Amor en el nombre de Dios, tal y como se hizo con Jesús de Nazaret.

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