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PALABRA

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09/09/2007

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integración (2)

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No es la voz que convoca multitudes en las plazas y en los templos, que las embelesa y las contenta, la voz que viene del Cielo, sino la Voz que clama en el desierto. Porque las multitudes se adhieren a los líderes que les hacen más confortable la vida en este mundo, pero no escuchan a aquél que los quiere sacar del mundo, porque el pueblo no cree que fuera del mundo pueda existir nada sino muerte y vacío. Cuando Jesús hablaba en parábolas llegaban discípulos y seguidores, pero cuando Él les dijo que no se puede alcanzar la Vida plena si no es renunciando a la vida pasajera, todos le abandonaban.

No existe ninguna bienaventuranza a la que puedan acogerse aquéllos que han sido encumbrados por las multitudes, aunque hayan conseguido imponer entre las gentes creencias religiosas tenidas por ortodoxas. Porque lo que se fragua en el mundo, es del mundo, y en el mundo se marchita y se agota hasta desaparecer por completo. Las palabras con las que las multitudes están conformes no pueden ser palabras venidas del Cielo. Los hombres a los que las multitudes reverencian no tienen ninguna Verdad eterna que revelar. Si el camino es placentero, entonces no es el Camino de la Vida.

Los que lograron los honores del mundo no pueden tener honores en el Cielo. Los que fueron integrados y protegidos por los pueblos no serán ni integrados ni protegidos por el Cielo. Todas las bienaventuranzas son para los marginados, los perseguidos, los parias: Para todos aquéllos que fueron despojados de sus derechos, sacados del mundo, y tuvieron que entrar en el vacío de la Nada. Pues la forma de hacer del Cielo es abajar lo que está elevado y encumbrar lo que ha sido aplastado. Las religiones integradas en la sociedad son ajenas al Cristo, nada trascendente puede esperarse de ellas, en absoluto.

Cristo asoma su rostro fuera de la ortodoxia de doctrinas solidificadas y fuera de la despótica cuadratura de libros sagrados. Cristo surge desde el interior de cada hombre y lo lanza a una lucha en la que habrá de ser derrotado. Porque el que es derrotado en el mundo, el que es forzado a sumergirse en el vacío de la Nada a causa de la lucha por la Verdad y la Justicia, ése obtiene la victoria del Cielo. Lo que no es del mundo, el mundo lo rechaza, pero si lo integra es porque le pertenece: No se puede estar integrado en el mundo y al mismo tiempo pretender llegar a experimentar la plenitud del Amor.

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09/09/2007

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