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PALABRA

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09/10/2007

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arte

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Cuando en la cárcel se leen poemas y se cantan canciones de amor, los presos sueñan como si estuvieran libres. Entonces todo está en paz. Los carceleros no tienen que temer ningún intento de fuga, y el alcaide duerme satisfecho. Pero si en la cárcel alguien habla de verdadera libertad e indica un camino para lograrla, entonces los carceleros se sobresaltan, vigilan muy de cerca, ponen cámaras y micrófonos en cada estancia de la cárcel. El alcaide no concilia el sueño, y pide que se le informe de cada acontecimiento.

Hermosas palabras, lluvia de flores, pueden embelesar al ser humano y llevarlo a fabricar una fantasía que le libere de la responsabilidad de afrontar la realidad. El arte es utilizado con mucha frecuencia para que el ser humano pueda evadirse de un sistema oprimente sin causar conflictos. Pero todo queda estéril: Presos en la cárcel de una realidad contra la que no se atreven a luchar porque se aman demasiado a sí mismos. Prefieren el acomodo en la mentira que entregar la vida por la Libertad en la Verdad.

Las instituciones religiosas se convierten en cárceles espirituales cuando han sido corrompidas por el autoritarismo de aquellos que se creen en el derecho de representar a Dios. Éstos, los poderosos, se complacen en los místicos que cantaron bellos poemas al Amor de Dios, pero se enervan ante aquellos otros que han puesto en entredicho el derecho de unos hombres a ejercer un poder espiritual sobre otros, y ello en el nombre de Dios. Es lo que hizo Jesucristo, que enervó a los sacerdotes y levitas de su tiempo.

Encerrados por las rejas del miedo a un cruel castigo eterno, los presos en el espíritu en la cárcel de la religión se consuelan con una vida futura que llegará tras el cumplimiento de unas leyes y el sometimiento a sus mandatarios. Y quedan embelesados, lo mismo que los presos de la cárcel cuando escuchan canciones de amor: Todo queda estéril. Los carceleros viven sosegados, el alcaide duerme tranquilo, porque mientras el pueblo viva en su fantasía no hay que temer ningún intento de fuga. Éste es el opio del pueblo.

Los dirigentes religiosos se aseguran muy bien de que todos sus subordinados se sientan pecadores indignos, que sólo puedan ver dentro de ellos mismos suciedad y malicia, y todo esto lo exaltan con el falso nombre de “humildad”. Un hombre que cree ser pecador indigno vive preso en la celda de sus sentimientos de culpa, y este hombre no puede dar fruto, no puede luchar contra ninguna injusticia, no puede pretender liberar a nadie porque él está preso dentro de sí mismo, de sus aprensiones y de sus miedos.

Jesucristo no se dedicó a hacer arte, su misión no fue embelesar a las gentes con hermosas palabras, lluvia de flores, sino que en la mano de cada hombre que le siguiera puso un arma, el arma más eficaz: Su Paz. La Paz en el Cristo disuelve toda culpa, todo miedo, toda aprensión, y lanza al ser humano a una lucha en la verdadera Libertad. Y es en esa lucha, y sólo en esa lucha, en la que el hombre encuentra el Reino, que no es un poema para evadirse con fantasías, sino una realidad que se debe alcanzar en esta vida.

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