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PALABRA

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13/10/2007

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promesa

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A medida que los hombres dedicados al estudio y a la práctica de la religión van madurando, viviendo decepciones, comprendiendo el alcance y el sentido de las cosas del espíritu, no son pocos los que viven grandes crisis de fe. Ese dios bíblico, teológico, dogmático, es demasiado gordo y duro como para poder pasar de la mente al corazón.
Atrapados en su profesión religiosa, mediatizados por una institución con la que han firmado serios compromisos, ya no pueden escapar, tienen que hablar a los demás de cosas en las que en verdad no creen, e intentar convencerles. Entonces la apatía, como una nube gris, mata todo el entusiasmo y la institución se vuelve resentida y mezquina.

No se trata de una “noche oscura”, ni de una “puerta estrecha”, ni de una prueba de fe, se trata de un verdadero hallazgo: Ese dios bíblico, teológico y dogmático, ese dios gordo y duro no existe más que dentro de la institución religiosa. No salva a nadie, no cumple ninguna promesa, y mucho menos la de la verdadera Libertad en la Verdad.
El entusiasmo de los hombres consagrados, que tal vez al principio fue una verdadera llamada del Espíritu para entregar la vida por un ideal sublime, debe ser canalizado hacia otros horizontes: La razón de ser, de trabajar, de predicar, no es ya obedecer a la voluntad divina, sino impulsar y promocionar la empresa que les alimenta: La iglesia.

Los que se han criado dentro de la mitología religiosa occidental cristiana difícilmente se encontrarán con la verdadera divinidad. Por un mecanismo de defensa natural, la palabra “dios” y todas sus connotaciones, o queda absolutamente proscrita, o integrada con sus todos sus mitos. En ninguno de los dos casos es posible un verdadero hallazgo.
La esperanza está donde está la desesperanza de las iglesias: En el mundo ateo y agnóstico. Ésos que no han ensuciado su espíritu con miedos y leyendas son los que pueden descubrir el verdadero sentido de la divinidad, que no es ni gorda ni dura, ni está sólo en la Biblia ni en ningún otro libro, sino en el interior profundo del ser humano.

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