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PALABRA

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16/10/2007

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lingüística 

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Una fantasía analizada con minucioso detenimiento, descrita con palabras cultas celosamente escogidas, y con el peso de una lógica bien hilvanada, adquiere un aspecto serio y fehaciente. Sin embargo una realidad sugerida con imágenes sencillas, con símbolos y cuentos, parece el resultado de la imaginación de un fantasioso. El aparato lingüístico y lógico sólo sirve para encubrir y hacer invisible aquello que, de mostrarse abiertamente, sería inmediatamente rechazado. Y sin embargo la gente lo necesita: necesita que las cosas escapen a su entera comprensión racional para poder confiar en ellas. Pero de lo que son capaces de comprender con facilidad, de eso desconfían.

Una realidad expresada con la lógica de los conceptos etiquetados no es auténtica realidad. La auténtica realidad sólo puede ser sugerida, y únicamente el que tiene oídos para oír la comprende. En el mundo, la fantasía material tiene todo el peso de la fiabilidad, pero la verdad espiritual inspira desconfianza, porque no sujeta al hombre en la razón, en la mente, y eso le hace sentir inseguro. Sin embargo todas las estructuras materiales, que son los órdenes sociales, teorías científicas, sistemas económicos, todas estas estructuras se transforman, caducan y se deshacen. Pero la verdad del espíritu no cambia con el tiempo y los antiguos maestros siguen y seguirán siempre enseñando.

Los encargados de predicar y dar a conocer la verdad del espíritu se congregan y forman grupos y clanes, luego se ordenan según un conjunto de leyes, por último erigen una institución oficialmente reconocida. Entonces se les hace necesario hacer que esta verdad espiritual sutil adquiera el peso racional de la fiabilidad, para así poder captar prosélitos y mantener a las masas sometidas a sus criterios. Aquí comienza ese adulterio espiritual en el que la hembra institucional engaña al verdadero esposo, pensando incluso que le está haciendo un favor, y se utilizan procedimientos lingüísticos y racionales para darle el peso de la fiabilidad a aquello que es esencialmente inasible.

Que una mujer encuentre una moneda que había perdido, y que luego congregue a sus vecinas para celebrarlo, esta imagen no tiene ningún peso, ni lingüístico ni racional, parece más bien la anécdota de un patio de vecinos. Que cuando el sembrador esparce la semilla, tal vez parte de ella caiga en el camino, parte entre zarzas, y que la parte que caiga en tierra buena sea la que dé fruto, esta historia no dice nada tan sólido como para que las gentes puedan confiar incondicionalmente en el que lo relata. Sin embargo un grueso tratado de teología que estudia el porcentaje de sustancia divina y el porcentaje de sustancia humana que existían en Jesucristo, eso sí que tiene el peso de la fiabilidad.

Que un grupo de hombres decida apoyar una fantasía institucionalizada revistiéndola con paredes de lingüística e hilvanándola con columnas de lógica para encerrarse a vivir dentro de ella, ésa es una elección personal que puede ser criticable, pero que nadie tiene derecho a destruir. También en el mundo del arte hay payasos que pretender pasar a la historia como genios, y muchos lo han conseguido. Pero cuando una iglesia construida con palabras y discursos lógicos pretende ser portadora de la Verdad eterna e imponer el sometimiento de las gentes, incluso socavando soterradamente la intimidad de los que se le oponen, eso no es una elección respetable sino que es un delito criminal.

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16/10/2007

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