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01/12/2007

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candor

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La naturaleza crece conservando siempre su candor: Ella misma nunca se corrompe; se renueva continuamente dejando atrás todo lo que se ha desvirtuado y nunca se detiene a recoger sus desechos. La naturaleza se mantiene viva porque ha integrado la muerte como parte de su realidad, y por eso no muere. Si un camino está obstruido, siempre encuentra una grieta por la que salir; si una pared se interpone, crece hasta desbordarla.
La naturaleza no es Dios, pero es la manifestación más genuina de la divinidad; es el Libro sagrado más veraz. En la naturaleza está escrito el mensaje de salvación, por eso el hombre que retorna al Origen encuentra en la naturaleza el manantial de la sabiduría.

El hombre libre no se protege, por eso se conserva en el candor, y es Dios, a través de la propia naturaleza, el que se ocupa de él, le guía, le ilumina, y le da discernimiento. Pero cuando el hombre levanta escudos de protección, entonces aparecen las estrategias, surge la artificialidad, el ser humano pierde su candor y su sabiduría. Necesita leer en libros y escuchar en discursos el mensaje que está impreso en cada cosa del cosmos porque no es capaz de verlo con sus propios ojos desde su interior. La necesidad de vivir en la seguridad le sitúa en la máxima inseguridad del peligro. Entonces el hombre se endurece y se vuelve desecho de la naturaleza que sigue su camino dejándole atrás.

La sociedad es el gran escudo de protección que le permite al ser humano vivir dentro de unos márgenes de seguridad a cambio de su candor y de su sabiduría. En la sociedad impera el orden regido por leyes. En la naturaleza reina el Amor que guía a los hombres desde el Espíritu. En la sociedad la ley mata el Amor, deshace la sabiduría, y el ser humano se parapeta en la vida segura, rodeado de temores, y excluyendo al peor enemigo: La muerte. La vida sólo perdura cuando la muerte ha sido integrada como parte de su realidad. Excluida la muerte, el ser humano se convierte en su esclavo y pasa a ser desecho y excremento de la naturaleza. Éste es el sentido de la imagen del infierno.

Jesucristo habló de romper escudos de protección con las armas del Amor, donde reside toda la sabiduría. Él no habló de fabricar escudos más seguros con leyes más estrictas. La muerte no cobra verdadero significado ni el ser humano puede integrarla en el hecho de albergar creencias en una vida futura, sino en el retorno al Origen, al candor, cuando el ser humano abandona toda artificialidad, y se lanza a ser él mismo, con su propia identidad y sin ningún temor a perderla en la muerte. El ser humano es parte esencial de la naturaleza, y por lo tanto encontrará en ella toda la seguridad y toda la protección que necesite simplemente en el ejercicio de su libertad y en la Paz de su propia identidad.

La muerte no es sólo el hecho físico de la defunción. La muerte la vive el ser humano cada día cuando las circunstancias matan la expresión libre de su Amor. Cuando la muerte es integrada, adquiere el más excelso significado: Es el vacío necesario para que los anhelos más nobles puedan culminar en el hecho trascendente de su paso por la Nada. Pero cuando la muerte es excluida, entonces no hay trascendencia sino ocurre un proceso de involución, de degeneración, que no se detiene hasta la total destrucción. La sociedad es eficaz asesina del Amor, porque la sociedad está articulada por leyes que sujetan a los hombres en la estupidez, mientras que el Amor libera en la plena sabiduría.

La sociedad es la imagen del mundo. La Libertad en el Amor es la imagen del Reino. Las leyes son necesarias cuando el hombre, por temor a perder su vida, se apropia de la vida de otros. Por eso aquél que ha retornado al Origen, al candor, y ha gestado en él la auténtica sabiduría, ése se llena inmediatamente de Amor. En él se cumple toda la ley y en él está impreso el mensaje de salvación: Muerte no es aniquilación, sino que es el vacío necesario para la trascendencia de los nobles ideales por los que el hombre haya luchado en su paso por la vida material. Viviendo la muerte de cada día se descubre este mensaje: Entregando la vida por Amor, la solidaridad y la Justicia, se alcanza la Vida.

Una técnica que conduzca al candor siempre aleja de él, porque necesariamente será artificiosa. Los niños son candorosos y sin embargo siempre resultan devorados por la artificialidad de la sociedad. Parece no haber Camino para el retorno al Origen. El hombre alcanza la sabiduría caminando de espaldas, sin control sobre sus pasos. Pero el que camina de espaldas necesita un guía: El Espíritu es el único que puede sacar al hombre de la artificialidad y llevarlo hasta el candor donde habrá de encontrar la plenitud del Amor. Las palabras de Jesucristo despiertan la inquietud del inicio del Camino, pero es el Paráclito, el Espíritu de la Verdad del Cristo, el que lleva a la Vida.

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