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07/12/2007

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disyuntiva

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El lenguaje reúne cosas parecidas y les pone un mismo nombre. La ciencia relaciona eventos parecidos y les asigna unos mismos principios. El mundo congrega a personas parecidas y les atribuye una misma identidad. Ésta la manera que tiene el mundo de manejar un gran volumen de cosas a partir del mínimo número posible de principios.
Sólo ve la apariencia externa de lo que existe, por eso conecta cosas diversas, separa cosas idénticas, y siempre tiene que elaborar nuevos principios pensando que de esta manera se acerca más y más a la perfecta eficacia. Pero el punto de partida es erróneo y por eso todas las conclusiones a las que pueda llegar nunca serán más que entelequias.

Si se le pregunta a un hombre por su identidad él responderá aludiendo a su familia, a su afiliación política o religiosa, a su corporación laboral, o a cualquier grupo social al que pertenezca. Porque en el mundo los seres humanos no pueden tener otra conciencia de identidad que la que obtengan de la comunidad a la que pertenecen, en la que se funden.
Un hombre desarraigado de todo grupo social no puede tener ninguna identidad, ni siquiera puede sobrevivir como ser humano, sino como un animal, fuera de los muros de la ciudad. El mundo no puede concebir los seres como entes en sí mismos, necesita relacionarlos y fundirlos unos con otros para poder conjugarlos con la realidad que ve.

O integración o aniquilación. Ante semejante disyuntiva, el hombre busca un grupo en el que sentirse integrado y renuncia a la posibilidad de encontrar la propia identidad en él mismo, pues tal identidad personal, si está desgajada de todas aquellas identidades vivas socialmente, parece indefectiblemente condenada a la ineficacia y a la muerte.
En ninguna de las dos alternativas puede encontrarse la verdadera libertad. Porque ni el excluido ni el integrado pueden ser realmente ellos mismos. El excluido, porque no le encontrará ninguna funcionalidad, ni intelectual ni afectiva, a su persona. Y el integrado social se habrá vendido a sí mismo a cambio de un acomodo en el que desarrollarse.

Jesucristo dijo: “La Verdad os hará libres”, y murió excluido, fuera de los muros de la ciudad, porque no quiso entregar su identidad a ningún grupo ni social ni religioso. Sin embargo esta identidad suya estaba bien cimentada en la Verdad eterna, por eso no la pudieron destruir, no se la pudieron arrebatar. Y Él es el Camino trazado hacia la Vida.
Seguir el Camino no es fundirse en ningún grupo religioso que diga ser cristiano. Seguir el Camino es encontrar el soporte verdadero sobre el que cimentar la propia identidad sin temor a que muera de hambre y sed espiritual. Ese soporte verdadero es Cristo, que no está fundido en ninguna iglesia ni grupo, sino que mantiene plena su autenticidad.

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07/12/2007

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