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PALABRA

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25/12/2007

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jefatura

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Jesús nació y, los que conocían las promesas por las palabras de los antiguos profetas, ni siquiera se enteraron. Sin embargo de oriente llegaron tres sabios extranjeros que, sin ser beneficiarios directos de esas promesas, fueron capaces de comprender que alguien especial había nacido. Siendo aun un niño, de Herodes tuvo que escapar a Egipto para no ser sacrificado. Los religiosos siempre fueron sus oponentes y, por la influencia de los jefes y por el propio pueblo que se dejó manipular, Jesús fue torturado y crucificado.

Jesús, testigo de la Verdad, expresión sublime de la divinidad en el ser humano, jamás encontró oídos entre la gente religiosa. Sus palabras sólo resonaron en el pueblo sencillo y la Verdad de su persona sólo fue reconocida por extranjeros orientales. El dios del poder religioso y el Dios de la salvación son dos cosas necesariamente opuestas. Si Jesús se hubiese integrado en el sistema religioso judío, todo su mensaje ya estaría completamente desvirtuado. Palabras hermosas de un sabio, arte religioso para evadirse.

Los sistemas religiosos intentan integrar todo lo valioso porque saben que, dentro del propio sistema, las espadas pierden su filo. Los sistemas religiosos son como sumideros, tragan la Verdad y la expulsan a las cloacas para poder conservar el único absoluto que realmente les preocupa: Mantener un orden religioso basado en jefes que ostentan un poder divino, y en fieles que les obedecen como si estuvieran obedeciendo a Dios mismo. No es posible una revolución espiritual en Cristo dentro de un sistema religioso.

La jefatura religiosa y el verdadero cristianismo son dos cosas que siempre han estado, están, y siempre estarán en oposición esencial. De ninguna manera se pueden conciliar. Si la jefatura religiosa y el verdadero cristianismo se llegaran a conciliar, la religiosidad inmediatamente se traga la espiritualidad, le quita su filo, la despoja de la Verdad, y la expulsa a la cloaca, quedándose solamente con aquellos rasgos que potencien el orden religioso de jefes y subordinados, de absolutos institucionales y relativos espirituales.

Hemos oído que los jefes de las naciones sojuzgan al pueblo. No será así entre nosotros, los verdaderos cristianos en el Espíritu. El que quiera ser el primero, que se sitúe en el último lugar. Y el último lugar es el que ocupó Jesucristo: El lugar de los proscritos, de aquellos que no están dispuestos a diluirse en ningún sistema mundano, ni político ni religioso, sino que dan testimonio de Paz, de servicio y de verdadera fe, sin cometer jamás el adulterio de venderse y comerciar con la Verdad que resplandece en su interior.

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