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08/07/2006

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la divinidad

texto 5

Dentro de las fronteras de la normalidad, que la sociedad define con sus leyes y costumbres, está la idea colectiva de cordura. El ciudadano puede desenvolverse dentro de esos límites, progresar e incluso transgredir principios éticos elementales, que si la forma de trasgresión no está condenada por las leyes ni es agresiva para con las costumbres sociales, este individuo no puede ser objeto de ninguna censura.

Pero la normalidad está sujeta a leyes y costumbres cambiantes, que no evolucionan sino que cierran ciclos que oscilan desde el moralismo hasta la permisividad extrema. Sin embargo, los valores eternos no cierran ciclos ni caen en el moralismo, como tampoco en la permisividad y el hedonismo. Por eso, el hombre verdaderamente íntegro no puede ser socialmente normal, no puede encajar dentro de la idea social de cordura.

Jesús de Nazaret no mostró mucha cordura. Si bien deliberadamente no transgredía normas, sin embargo demostró que seguir la voluntad del Padre significaba muchas veces contradecir las costumbres estipuladas. Y no sólo en relación con las leyes sociales, sino muy especialmente con las leyes religiosas. Ser religioso y seguir la voluntad divina son dos cosas que muy a menudo se contradicen.

Hay un dios, que se hace pasar por eterno creador, y que no tiene otra misión que infiltrarse por entre las leyes sociales y religiosas, haciéndolas suyas, para conseguir un pueblo más dócil y más sumiso a los jefes representantes de esta falsa divinidad. Éste es el dios de los mandamientos impositivos y prohibitivos, que se sienta en su trono celestial a esperar hasta el fin de los tiempos para luego celebrar el juicio final.

Al verdadero Dios hay que volver a descubrirlo, sin ninguna consideración para con las tradiciones religiosas. El verdadero Dios asoma desde el candor y la espontaneidad del ser humano, pero los férreos conceptos religiosos no le permiten manifestarse sino que lo ocultan y lo aplastan. Las iglesias no conocen el Reino, no pueden entrar en él y tampoco permiten entrar a nadie. Han levantado barreras doctrinales en sus puertas.

La nueva generación tiene una promesa: El Dios-Amor no está atrapado en ninguna iglesia. Es posible ir a su encuentro, sin ningún temor. No es necesario pasar por el aro de ninguna jefatura religiosa. No es necesario creerse a la fuerza ninguna lista de dogmas. No es necesario arrodillarse ante ningún libro antiguo. Porque el Dios-Amor habla ahora lo mismo que hablaba antiguamente. A todo aquél que quiera escucharle.

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